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SARAH MORENO

Publicado el sábado, 03.03.12

El Nuevo Herald

En el verano de 1994, Willy Castellanos comenzó a ver cómo una oleada intermitente de personas que transportaban balsas, pedazos de madera y gomas de camión en los techos de los automóviles, en bicicletas y sobre sus hombros, se acercaba a las costas del vecindario habanero de Miramar.

Entre los arrecifes de las playitas ubicadas en la primera avenida a la altura de las calles 32 y 34, los balseros construían o les daban los últimos toques a las precarias embarcaciones que los llevarían por el Estrecho de la Florida rumbo al norte.


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